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La semana pasada os hablé de los beneficios del teatro musical juvenil en el primer post de septiembre, un mes de cambios y de crecimiento en todos los sentidos. Allí os explicaba que, bajo mi punto de vista, una de las grandes ventajas que ofrece esta novedosa actividad es la capacidad de comunicación que, sumada a otros factores, permite desarrollar la creatividad y la personalidad de quien lo practica. La expresión de emociones, sin embargo, ha estado siempre ahí: no es algo nuevo y los seres humanos siempre hemos buscado la forma de canalizar lo que sentimos por medio del arte. Por ese motivo, hoy os traigo un breve repaso histórico en el que os explicaré cómo las personas hemos comunicado lo que sentimos a lo largo de los siglos. Si aún no conoces, por ejemplo, los orígenes del teatro o movimientos artísticos como el Expresionismo, ¡quédate!

El teatro: expresión de emociones relacionada con la caza

Son muchos los historiadores que sitúan el inicio del teatro en la evolución de los rituales que tenían lugar en las antiguas civilizaciones para invocar a los dioses de la caza. Aunque haya quien diga que el teatro como género tiene sus orígenes en Grecia (ya que, además, el término «teatro» es griego), lo cierto es que en la Prehistoria había representaciones gráficas con el mismo fin: las pinturas rupestres. Del mismo modo, también hay evidencias de que en el Antiguo Egipto se representaban algunas obras relacionadas con la muerte y resurrección de Osiris, su deidad principal.

Con el tiempo, los ritos en honor a Dioniso, el dios de la fertilidad y el vino, acabaron derivando en la creación de este género tal como lo conocemos. En torno al s. V a. C., la tragedia y la comedia empezaron a diferenciarse y aparecieron los primeros dramaturgos destacados de la historia, por ejemplo Sófocles o Esquilo, de los que aún conservamos textos o parte de ellos. Siglos más tarde y partiendo, en gran medida, de la tradición iniciada por los griegos, los romanos siguieron cultivando el género y construyendo edificios civiles que mejoraran la acústica de las obras representadas. De este modo, la expresión de emociones por medio del teatro podía llegar siempre a todos los rincones de las gradas.

Edad Media: época de cambios

La expresión de emociones está íntimamente relacionada con la época y los cambios que en ella se producen. En la Edad Media pueden distinguirse diferentes periodos, cada uno caracterizado por un estilo artístico distinto. Algunos de ellos estaban relacionados con la preocupación existencial; otros, con la religión; tampoco quedaron atrás, sin embargo, las tareas más cotidianas, como la vida en el campo, la representación de guerras o de coronaciones y familias nobles. Fuera cual fuera el motivo representado, el impulso que movía al artista a comenzar una obra era un sentimiento, bien suyo, bien de quien encargaba dicho producto.

Además, es importante destacar que, por medio del arte, podemos conocer las inquietudes de cada siglo, con lo que la expresión de emociones se hace aún más palpable al ser los propios artistas quienes transmitían con sus obras las preocupaciones del pueblo llano, de la corte o de diferentes sectores de la población. En la Edad Media, son de especial importancia el arte paleocristiano (heredero de la tradición romana en muchos aspectos), el arte bizantino (del que aún conservamos imponentes muestras, como la basílica de Santa Sofía, en Estambul) el arte islámico y sus manuscritos o incluso el arte prerrománico, cuyo estudio es esencial para la comprensión de la Historia del Arte española.

La literatura, fuente principal de expresión de emociones

Si hay algo que represente la expresión de emociones en el arte a lo largo de los siglos, ese es la literatura. Sería un error decir que no fue hasta la invención de la escritura tal como la conocemos hoy que las personas no empezamos a hacer uso de ella para canalizar lo que sentimos, puesto que es importante recordar que antes hubo otros sistemas, como los jeroglíficos o la escritura cuneiforme, que sirvieron para este mismo fin: expresar las inquietudes de la ciudadanía.

La literatura está en constante cambio y es el fiel reflejo de sociedades, estratos sociales, condiciones personales y situaciones diversas. Además, el uso del lenguaje literal y su combinación con el no literal con, por ejemplo, las figuras retóricas y otros recursos estilísticos, favorece todavía más la riqueza de los diferentes textos. ¿Quién no reconoce el espíritu crítico de los discursos públicos de Séneca, el amor en los versos de Pablo Neruda o la sátira en la obra de Lope de Vega?

El Expresionismo, s. XX

En un salto temporal, llegamos hasta el Expresionismo, la máxima exponencia de la expresión de emociones. Como es posible que sepáis, fue un movimiento cultural surgido en Alemania en el s. XX que abarcó diferentes disciplinas artísticas, desde la literatura hasta la danza, pasando por la fotografía e incluso por la arquitectura. En este estilo, la realidad se presenta deformada, lo que le permite al artista expresar de forma subjetiva lo que aprecia del ser humano. De esta forma, la expresión de sentimientos ocupa un lugar central y la descripción objetiva y observable pasa a un segundo plano.

Dos de los grandes representantes de este movimiento artístico en nuestro país son El Greco o Francisco de Goya, quienes, por medio de sus cuadros, transmitieron la miseria, la soledad o la tristeza de la España de la época. Además, algunas de sus obras también guardan una estrecha relación con la literatura, como es el caso del cuadro El Lazarillo de Tormes, de este segundo pintor.

¡Y hasta aquí este repaso exprés de la expresión de emociones en la Historia del Arte! Saber transmitir lo que llevamos dentro es uno de los grandes retos de cualquier escritor. En mi caso, decidí acompañar mi segunda novela juvenil, Keswick y el destino de la espada, con ilustraciones de Marina Bruno para dotar de viveza al texto. Si aún no las has visto, te recomiendo que eches un vistazo a cada uno de los apartados de la web dedicados a ambas obras del universo Keswick. ¡Te encantarán!