Incunables

Incunables

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Reciben el nombre de incunables todos aquellos libros que fueron impresos en el siglo XV, concretamente antes de la fiesta de Pascua de ese mismo siglo. Bajo esta denominación podemos encontrar manuscritos que habían sido impresos con una técnica muy rudimentaria, que aún no habían podido disfrutar de los avances de la industria del libro, pues el uso de la imprenta, la invención moderna que propiciaría la variedad de ejemplares, aún no estaba muy extendido.

En numerosas ocasiones he hablado en mi web y en mis redes sociales de la fascinación que siento por mi ciudad de adopción: Salamanca. Cuando descubrí la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca, una de las bibliotecas más impresionantes en las que he estado, oí hablar de los incunables por primera vez y, desde ese momento, no pude dejar de pensar en la relevancia que tienen todos estos volúmenes para el desarrollo del conocimiento moderno.

En mi segunda novela juvenil, Keswick y el destino de la espada, estos libros ocupan un lugar muy especial. Como bien explica William, «son los impresos más traviesos de su biblioteca». En la historia se convierten en objetos animados capaces de volar y agitar sus hojas para atraer la atención de los lectores más jóvenes, pues, debido a su gran antigüedad, conservan muchos de los grandes secretos de la cultura mundial. Por este mismo motivo, se guardan en una sala especial donde también hay otros objetos de gran valor, como el globo que muestra la Atlántida.